Todos hemos dejado tareas para “mañana” y ese mañana nunca llegó. Pero ¿sabías que la procrastinación va mucho más allá de la simple pereza? Muchas veces estamos tan atrapados en la rutina diaria que llegamos a pensar que una vida plena y con gozo es inalcanzable. Sin embargo, en Juan 10:10, Jesús nos recuerda: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”
Él desea que vivamos con propósito, paz y alegría. Que nos acerquemos a Él para disfrutar de todo lo que ha preparado para nosotros y experimentar una plenitud que no depende de las circunstancias, sino de Su presencia en nuestra vida.
Procrastinar puede parecer inofensivo, pero en realidad puede afectarnos mucho más de lo que imaginamos. Detrás de ese hábito, a menudo se esconden heridas más profundas: miedo al fracaso, baja autoestima, agotamiento emocional, o incluso una falta de confianza en Dios. Tal vez, sin darte cuenta, estás evitando enfrentar cosas internas que generan amargura, ansiedad o soledad. Y eso puede llevarte a un ciclo que no solo te estanca, sino que también afecta tus relaciones, tu bienestar y tu crecimiento personal y espiritual. Confío en que mientras lees estas palabras, puedas reconocer que no estás solo, y que sí existe un camino para romper con ese mal hábito que tanto nos limita. Aquí comienza un nuevo día, una nueva oportunidad para avanzar, esta vez, con la fuerza y dirección que solo Dios puede darte.
Muchas veces la procrastinación no nace de la falta de tiempo, sino de heridas internas, emociones no sanadas o el cansancio emocional que arrastramos. Evitamos enfrentar lo que nos duele por miedo, inseguridad o baja autoestima, y esa evasión nos lleva a frustración, culpa y pérdida de propósito. Además, solemos esperar un “momento perfecto” que rara vez llega, y mientras tanto, se acumulan las tareas, decisiones y pasos importantes que dejamos de dar, no solo en lo personal o laboral, sino también en nuestra vida espiritual.
Postergamos nuestra relación con Dios, el perdón, el crecimiento interior y las decisiones que nos traerían libertad. Cuando no sanamos ni rendimos nuestras cargas —como la ansiedad, el orgullo, el enojo o el deseo de agradar a todos—, estas se convierten en barreras que nos alejan del propósito y de la voluntad de Dios. Por eso, necesitamos reconocerlo ante Él, pedirle fuerzas y permitir que escudriñe nuestro corazón. Al enfocarnos en Dios, rendirle nuestras tareas y rodearnos de apoyo espiritual, podremos avanzar con propósito, sanidad y claridad. También es importante actuar con intencionalidad en lo cotidiano: identificar la raíz de lo que nos frena, cultivar la disciplina y la diligencia, practicar la buena administración de nuestro tiempo, actuar aunque sea con pequeñas acciones, aplicar la regla de los cinco minutos —comenzar por dedicar solo ese tiempo diario a lo que debemos hacer—, evitar distracciones innecesarias y aprender a recompensarnos por los avances.
Proverbios 4:23 nos dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida. ” Dios no espera que lo hagas todo perfecto, solo quiere un corazón dispuesto a empezar hoy con Él.
A veces postergamos decisiones importantes creyendo que habrá un momento más adecuado para tomarlas. Dejamos para después ese emprendimiento con el que tanto soñamos, terminar nuestros estudios, tener conversaciones necesarias con personas que nos han herido o a quienes necesitamos perdonar, o buscar a quienes debemos pedir perdón. También aplazamos dejar hábitos que sabemos que nos hacen daño, esperando un “mejor momento” que nunca parece llegar. Incluso creemos que más adelante será el tiempo correcto para buscar al Señor y empezar a caminar con Él, sin darnos cuenta de que el mejor momento es ahora. ¿Y si ese “después” nunca llega? ¿Y si justo eso que estás postergando hoy es la oportunidad que Dios quiere usar para transformar tu vida? No se trata de tener todo resuelto, sino de dar el paso con fe. El tiempo perfecto no es el que nosotros planeamos, sino el que Dios ya puso frente a nosotros: el hoy.
Dios en Su Palabra te recuerda: debes ser diligente, esforzado y dedicado en todo lo que emprendas. Te insta a poner todo tu empeño y energía en las tareas y oportunidades que se te presenten en la vida; aplica en tu trabajo y familia ¨Vivir en plenitud¨ El primer paso siempre requiere valentía, "Dios no espera a que tengas todo en orden desde el principio, ni que lo hagas perfecto. Solo quiere que estés dispuesto a comenzar con Él, hoy, tal como estás."
Todo lo que te venga a la mano para hacer, hazlo con empeño.
Eclesiastés 9:10.
Vivir una vida verdaderamente productiva y alineada con Dios no se trata solo de hacer lo urgente o lo que está en nuestra agenda personal, se trata de caminar en obediencia a su voluntad. Crea metas a corto plazo, dedica al menos cinco minutos diarios a aquello que quieres mejorar. Por ejemplo, si te cuesta caminar, comienza con 20 minutos por día y cada semana súmale cinco minutos y así sucesivamente. Dios honra a quienes dan pasos de fe, incluso cuando lo hacen temblando. Tu potencial no depende únicamente de lo que sabes o puedes hacer, sino de en quién has decidido confiar. El miedo y la inseguridad pueden paralizarte, pero cuando das ese primer paso de obediencia, Dios comienza a revelar talentos que estaban ocultos y fortalezas que no sabías que tenías.
No estás solo. Él promete acompañarte, sostenerte y completar la obra que ha comenzado en ti.
Así que ¡ánimo! No importa cuántas veces hayas intentado o fallado. Hoy estás aquí, y eso significa que estás listo para comenzar de nuevo.
Levántate y sigue adelante.
estando convencido de esto: que el que en ustedes comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.
Filipenses 1:6.
Dios promete acompañarte, sostenerte y completar la obra que empezó en ti, incluso cuando postergas o te sientes estancado. No importa cuántas veces hayas intentado empezar algo y lo hayas dejado a medias. Hoy es una nueva oportunidad. Con Fé, puedes levantarte, dejar atrás la culpa o la duda, y avanzar con la certeza de que no estás solo en este proceso.
Si te has sentido de esta forma acompáñanos en esta oración :
Dios, sé que Tú me creaste para tener una vida plena y llena de propósito. Líbrame del temor, la amargura, el estrés, la ansiedad y la falta de identidad. Sana mi corazón. Hoy te entrego todas las áreas de mi vida; opera profundamente en cada una de ellas. Ayúdame a completar todo aquello que me has llamado a hacer. Sé que estás conmigo, que me escuchas y que me ayudarás en las pequeñas y grandes tareas. Mi confianza está en Ti y contigo venceré.
En el nombre de Jesús, ¡Amén!
Dios te fortalece, te guía y te levanta. ¡Este es el momento de comenzar!