Dios nos creó para que caminemos con Él y disfrutemos su eterna bondad. Él quiere que seamos victoriosos, prósperos y plenos en todos los aspectos de nuestras vidas. Andando en Su verdad somos como árboles frondosos que dan fruto a su tiempo y reflejan la misericordia de Dios. Jesús dijo: Yo soy la vid, ustedes las ramas. “El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto.” (Juan 15:5) Cuando permanecemos en el Señor, somos nosotros mismos los más beneficiados.
Desde el principio, el diablo ha intentado apartarnos de ese plan original de Dios. Desde el huerto del Edén, su estrategia ha sido la misma: tentarnos con la satisfacción de nuestros deseos personales inmediatos a costa de la verdadera plenitud que sólo Dios nos puede dar. Cuando el diablo logra sacarnos de la voluntad divina, inevitablemente nos desconecta de Dios. Como resultado, quedamos espiritualmente perdidos. Por eso, hoy sigue vigente la advertencia del apóstol Pedro: "Estén siempre atentos y listos para lo que venga, pues su enemigo, el diablo, anda buscando a quien destruir." (1 Pedro 5:8)
A menudo, la vida presenta situaciones adversas que no tienen solución inmediata. Algunas personas sufren complicaciones de salud. A otras les sobreviene una crisis económica. Todavía a otras se les desencadenan conflictos familiares. Cuando el desánimo invade, la fe se debilita. Y lo que pudo haber sido una oportunidad para que Dios manifestara Su poder puede convertirse en un peso difícil de sobrellevar.
Los fundamentos se edifican desde temprana edad, y las enseñanzas tradicionales en los niños, a menudo se enfocan en entretenimiento con formación superficial, carentes de un fundamento bíblico sólido que ayude a enfrentar los desafíos cuando ya alcanzan la vida adulta y a comprender quién es Dios realmente. Esa carencia en su adultez, los lleva a buscar respuestas a preguntas existenciales y, al no encontrarlas en un entorno familiar cristiano o en su lugar de congregación, terminan alejándose de la fe. La superficialidad en las enseñanzas en la temprana edad puede resultar en que los jóvenes aprendan religión en lugar de desarrollar una relación genuina con Dios.
En ocasiones, la necesidad de ser aceptado o la falta de seguridad personal nos lleva a actuar de maneras que no son agradables a Dios ni a las personas que nos rodean. Pretender ser alguien que no somos es, en sí mismo, otra manifestación de orgullo. La hipocresía es una consecuencia directa del orgullo y la altivez. Los verdaderos seguidores de Cristo, quienes practican la humildad, se esfuerzan por vivir según sus enseñanzas no para ser elogiados o reconocidos por otros, sino por puro amor al Señor. Por estas razones, es crucial que busquemos un equilibrio espiritual. Esto nos permitirá avanzar en la vida con sinceridad y verdad, alineados con la voluntad de Dios y nuestra verdadera identidad en Él. “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos.” (Salmos 138:6)
A pesar de nuestra renuncia y deslealtad, Dios siempre permanece fiel y Él jamás rompe su promesa y nos promete que si sufrimos y perseveramos con Él, también reinaremos con Él (2 Timoteo 2:13); si Dios empezó Su obra en tu vida, te sostendrá, pondrá en ti el querer como el hacer por Su buena voluntad, y te llevará a perseverar a mantenerse hasta el final.
Si nos acercamos arrepentidos al trono de Dios, recibimos perdón por nuestra infidelidad. En Cristo tenemos la esperanza de ser restaurados según Su propósito original. El Espíritu Santo es nuestro guía, ayudador y consolador para seguir avanzando con el plan que Dios tiene trazado para nuestras vidas.
El deseo de Dios es que permanezcamos en Él y lo busquemos fervientemente. Al tener una comunión genuina con Dios, su Espíritu Santo nos guía a toda verdad, revelándose Su persona, disipando dudas e inseguridades, y mostrándonos Su propósito para nuestras vidas a través de Su Palabra. Si permanecemos en Él, tendremos la certeza de que nuestras necesidades serán suplidas. Jesús dijo: “Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido!” (Juan 15:7).
¡Vuelve a mí, rebelde Israel!
No te recibiré de mal modo
ni mantendré mi enojo por siempre,
porque soy bondadoso.
Yo, el Señor, doy mi palabra.
Oseas 14:4
Dios nos atrae con lazos de amor y nos rescata, porque Él nos ama con infinito amor, Él quita nuestra vergüenza, perdona y restaura nuestra relación con Él, porque Su fidelidad es mucho mayor a nuestra infidelidad. Él es justo y misericordioso.
“Pero Dios el Señor ha dicho algo más: ¿Acaso yo voy a hacer contigo lo mismo que tú hiciste, de menospreciar el juramento para invalidar el pacto? No, porque yo sí me acuerdo del pacto que hice contigo cuando aún eras joven, así que estableceré contigo un pacto eterno.” (Ezequiel 16:59-60)
El apóstol Pablo nos alienta y nos da la garantía para la salvación de los creyentes en su carta a los Tesalonicenses: “Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por ustedes, hermanos amados del Señor, de que Dios los haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad. Con este fin los llamó Dios por medio de nuestro evangelio para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estén firmes y retengan las doctrinas en que han sido enseñados, sea por palabra o por carta nuestra.” (2 Tesalonicenses 2:13-15)
“Por lo tanto, ve y dale este mensaje a Israel. Esto dice el Señor: ‘Oh Israel, mi pueblo infiel, regresa otra vez a mí, porque yo soy misericordioso. No estaré enojado contigo para siempre’.”
Jeremías 3:12
Te sorprendería saber cuántas personas que estuvieron apartadas del Señor encontraron el camino de regreso. De hecho, varias de ellas nos unimos a escribir este artículo especialmente para tí. ¡No estás solo! A continuación tenemos recursos que te ayudarán a hacer las paces con Dios.
Hemos orado por ti y por este momento. Si sabes que el Señor está tocando tu corazón, lee esta oración en voz alta:
Padre, sé que Tú no te has olvidado de mí. Gracias por amarme aun cuando yo me aleje de Ti. Perdóname por haber endurecido mi corazón. Líbrame del lazo del cazador y ponme nuevamente en Tus caminos. Abro mi corazón para que sigas obrando. Te entrego mi vida para que me enseñes Tus propósitos. Renuévame, y no permitas que me aparte nunca más. Amén.
Ahora que hiciste esta oración, no dejes que sea solo un momento pasajero. Ese sentir que tienes es el mismo Dios tocando tu corazón, llamándote de regreso a casa. Él te ha estado esperando con los brazos abiertos. Si ya tienes una casa espiritual, vuelve con todo tu corazón. Y si aún no la tienes, queremos invitarte a que nos acompañes en Iglesia Piedras Vivas, Campo Dos, en La Lima, Cortés. Nos reunimos los días viernes a las 7:00 pm, y será un privilegio caminar contigo en esta nueva etapa.